Los perros ya son parte de las familias para millones de humanos en todo el mundo. Llevan más de 13 mil años compartiendo su vida con las personas y la relación que se ha establecido entre ambas especies tiene basamento científico.
El cerebro de los perros puede reconocer caras y detectar el olor de sus dueños. Esta fragancia provoca una respuesta de recompensa que, gracias a su genética, se traduce en esos movimientos de cola y lengüetazos.
“Los canes han estado trabajando al servicio de los humanos durante años, además de ser mascotas dulces y leales, asisten a personas con discapacidades, ayudan en el combate del crimen alistados en las fuerzas de seguridad, bomberos, en la detección de drogas y hasta en la respuesta ante catástrofes. Los servicios que los perros pueden proporcionar no sólo son útiles, sino que también pueden salvar vidas”, explicó a Infobae el doctor argentino, Juan Enrique Romero.
Una investigación realizada en 2018 por la Universidad de Lincoln, en el Reino Unido, mostró que, entre sus muchas cualidades, los perros tienen una empatía que les permite entender el estado de ánimo de las personas, interpretar las emociones y utilizar esa información para reaccionar en consecuencia: prestar atención, consolar, sentir que negación o afirmación, etc.
La investigación se publicó en la revista Biology Letters de la British Royal Society y consistió en evaluar a 17 perros a los que se les presentaron los rostros de seres humanos a los que no conocían, con los que no poseían un vínculo, y a la vez se les presentaba un sonido de voz. El experimento quiso probar si un perro entiende o empatiza con un desconocido.
El experimento hizo que los rostros de las personas no mostraran una emoción pareja con la voz. Es decir, durante la primera fase del experimento los perros fueron puestos en contradicción con rostros que mostraban alegría mientras escuchaban una voz enfadada, y viceversa. También, rostros tristes, con voces alegres. Durante esta primera fase del estudio, los perros prestaron una atención leve. Primero observaban, y luego perdían el interés.
Sin embargo, el experimento finalizó cuando en la segunda fase, las emociones que demostraban los rostros eran parejas a las voces. Gesto de alegría y voz de alegría, gesto de tristeza y voz de tristeza. En estos casos, los perros reaccionaron demostrando más interés y atención.
Según Kun Guo, responsable del estudio de la Universidad de Lincoln, “La investigación demostró que los perros sí tienen la cualidad de integrar dos fuentes distintas de información sensorial, y de desarrollar una percepción coherente de las emociones que no forman parte de su especie, como son las humanas. Esta capacidad cognitiva sólo había sido detectada en seres humanos”.
Lo que hace importante este hallazgo es que los perros del estudio no mantenían ningún contacto anterior con las personas de las que recibieron las emociones, por lo que no existía un adiestramiento emocional anterior que hubiera podido anticipar esta situación, y así se demostró que los perros logran recibir el mensaje de nuestras emociones, pese a que no conozcan a la persona.
Fuente: Infobae.