Este jueves, el cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, presidió la misa en el octavo día del novenario en honor a la Virgen de Caacupé, cuyo tema fue “La voluntad del padre: escuchar el clamor de los pobres y ser instrumento de su amor”.
Cabe resaltar que la celebración religiosa de esta mañana contó con la presencia del presidente Santiago Peña, quien estuvo acompañado de la Primera Dama, Leticia Ocampos, el vicepresidente Pedro Alliana, entre otras autoridades.
En su homilía, el cardenal Martínez afirmó que no basta decir “Señor, Señor”, sino escuchar sus palabras y ponerlas en prácticas.
“¿Cuál es la voluntad del Padre y de qué manera podemos saber si la estamos cumpliendo? Escuchar las palabras de su Hijo, Jesucristo, y ponerlas en práctica. Y es el mismo Señor el que nos indica el mensaje central de sus enseñanzas: la Ley, los Profetas y la esencia del reino que Él vino a realizar, es el mandamiento del amor”, expresó.
“No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre”, complementó Martínez.
“Predilección por los pobres”
El cardenal Martínez recordó que Dios tiene una predilección por los pobres, pero no quiere que estos permanezcan en esa condición, excluidos y descartados de una vida vida. “Es por eso que el amor a Dios debe concretarse en la caridad, no como limosna, sino como derecho a una vida digna, a su promoción humana integral”, dijo.
“Esto solo será posible en una sociedad más justa y equitativa, con oportunidades de acceso a los servicios básicos fundamentales como la salud y la educación de calidad, empleo y vivienda digna, desarrollo de sus capacidades para aportar al desarrollo de su familia y del país”, sostuvo.
Igualmente, mencionó que Dios se identifica con los pequeños, jóvenes, niños, personas con discapacidad, con el que pasa hambre, con el que no tiene techo ni trabajo, con el enfermo, con el que está en la cárcel y con el que ha tenido que abandonar su tierra expulsado, ya sea del campo o la ciudad.
“Es por eso que el amor a Dios debe concretarse en la caridad, no como limosna, sino como derecho a una vida digna, a su promoción humana integral”, sostuvo.
En otro momento, puntualizó que, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida tierra, nuestra casa común, “que clama por el daño que le provocamos a causa de su uso irresponsable, por la codicia de unos pocos“.
Finalmente, el cardenal instó a quienes administran el Estado que sean buenos y celosos administradores de los recursos públicos para su inversión en políticas públicas y programas sociales para mejorar la vida digna de los ciudadanos.
“Necesitamos organizar la esperanza para superar o achicar las situaciones de profunda inequidad social; para ello, será necesario proponernos seriamente trabajar con perseverancia, en todos los ámbitos y niveles de la sociedad paraguaya, para rehacer el tejido social y moral de la Nación”, sentenció.